El Tenderete desde dentro. Por Nuria Tamarit
De boca a boca y de oído a oído, así conocí Tenderete hace un par de años. Esta es la segunda vez que me animo a participar compartiendo mesa con unos amigos de la universidad. Si bien no conseguí grandes clientes, di a conocer mi trabajo, encontré gente cuyo trabajo es realmente alucinante y me reencontré con autores y amigos de la anterior edición. Ese es, para mi, uno de los puntos fuertes de festivales como Tenderete y un gran motivo para participar. La posibilidad de reunirse y conocer qué se cuece en el mundo de la autoedición, ilustración, cómic, etc. y a muchos de los interesados. Son unos días geniales para poner cara a algunos de esos seguidores de las redes sociales y charlar sin teclear. Si, sobre todo parlotear, compartir y disfrutar del primitivo trueque de objetos sin intereses, acompañando todo con la deliciosa cerveza casera del festival.
La organización es estupenda y por si uno no tuviera bastante con la gran variedad de autores y publicaciones independientes, el festival cuenta con talleres y charlas de autores, conciertos y un sorteo con una caja hasta arriba de publicaciones del mercadillo como premio. ¡Expectativas desbordadas!
Tenderete se me presenta, a veces, como la tienda ideal de caramelos de cualquier niño con solo un par de monedas en el bolsillo. Selecciona cuidadosamente en qué gastar. Todo allí es delicioso, cada mesa, cada cuerda con pinzas. Parece, en cierto modo, que todos quisiéramos tener una moneda más antes de marcharnos, y comprar el último fanzine, aquella serigrafía de la pared o ese pequeño cómic.